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¿Como una forma de preservar esa información?

Y de compensar el poder, por ahora, casi exclusivo de Google.

 

En el congreso usted celebró que Appadurai ponga el acento más en los flujos que en el territorio. ¿Esto no entra en contradicción con las formaciones más interesantes que han surgido en los últimos tiempos, como fue el zapatismo u otros movimientos campesinos e indígenas, fuertemente asentados en, y defensores de, su territorio?

El territorio no va a desaparecer. Sólo que se reformula la noción de “local”, porque todas las localidades están interactuando con flujos. En América latina existen distintas situaciones. Los recursos naturales y culturales han sido saqueados, desde los recursos biomédicos hasta sus catálogos de producción musical. En ese sentido, son muy positivas las políticas de protección como se están intentando en Bolivia o en Argentina al limitar la posesión o la compra de terrenos en el país. Pero no podemos desconocer que estas afirmaciones territoriales se ubican en redes globalizadas que muestran cómo comportarse ante los atropellos globalizados y también muestran la virtualidad de esos recursos.

 

¿Esto significa que se puede reafirmar una territorialidad mientras no se cierren las fronteras semióticas?

El zapatismo, cuando amaneció en 1994, tenía tres agendas: una local, para Chiapas, de autonomía; una agenda nacional de cómo cambiar el país para inscribirse en una sociedad más democrática; y una agenda más globalizada. No es casual que hayan elegido el primero de enero de 1994 para irrumpir, o sea el mismo día en que empezó a aplicarse el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (ALCA). Después el zapatismo cambió, pero supo usar las redes, los flujos, para conseguir solidaridad, situarse en relación con la sociedad nacional e internacional.

Esa agenda internacional, sin embargo, está en transformación: pienso en la crisis en Europa y Norteamérica, y también en el nuevo interés que se ha despertado en Brasil por las ex colonias portuguesas en África, Mozambique y Angola, como posibles mercados, donde los actores no son sólo las grandes transnacionales, sino también nuevos centros de poder financieros e industriales, como China o Brasil. ¿Cómo se manifiesta esto en los flujos culturales?

Es cierto: hay una geopolítica muy distinta de la de hace diez o quince años. La centralidad cultural de Europa o comunicacional de Estados Unidos a través de Hollywood o Miami se está debilitando aceleradamente. Emergen muchos actores: India, China, algunos países africanos y por supuesto un crecimiento de la producción latinoamericana y la capacidad de instalar nuestro cine y nuestra literatura a escala internacional. Esto está modificando el juego, y entiendo que se cruzan muchas finalidades. En el caso de Brasil, hay una diversificación de sus relaciones internacionales. Desde el primer gobierno de Lula se apreció una retracción respecto de la dependencia con los Estados Unidos, la apertura mayor a Europa y luego a países asiáticos y el comercio creció fuertemente. Del otro lado, vemos que los países asiáticos, como China e India, están muy interesados en el resto del mundo. En este momento hay muchas universidades occidentales instaladas en China que enseñan, principalmente, inglés y negocios. China quiere esos conocimientos para formar a su personal empresarial, político, cultural, en un proceso de expansión. ¿Qué es lo que van a hacer de aquí a 20 años? Es “inadivinable”. China es un imperio, sin duda. Más bien la pregunta no es tanto qué va a hacer China, sino qué vamos a hacer nosotros.

 

*Por Agustin Scarpelli, Ñ Revista de Cultura, 22-11-14

 

* Néstor García Canclini: "Google es más poderoso que las cadenas de tv o las discográficas"

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