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¿Fin del cine o cambio de phylum? Hacia una teoría

de la imagen performativa*

tanto por la reducción de los costos generada por las nuevas tecnologías, como por la proliferación de diversas fuentes de fomento a esta escala cinematográfica. Como resultado de ello, se produce una fragmentación de la audiencia, creándose públicos especializados para distintos tipos de cine, lo que permite que “ciertas producciones que hasta el momento habían ocupado un lugar marginal como los documentales o algunos cines regionales (asiático, latinoamericano) acceden a audiencias que, aunque son reducidas, en otras etapas les habían estado vedadas” (Op. Cit.: 131).

 

Con el desarrollo de estos nuevos públicos, ¿renace el amor que añoraba Sontag? ¿Alcanzan el saber científico artístico al que aspiraba Benjamin? ¿O desarrollan otro tipo de relación con el cine? Además de circular por nuevos dispositivos, adquirir nueva tecnología y formas de financiamiento, y desarrollar nuevos públicos, ¿qué otros componentes se ponen en cuestión en el cine contemporáneo? Antes de abordar dos producciones cinematográficas contemporáneas, se ofrecerá un análisis de la instalación fílmica de Andrés Denegri, Cine de exposición, donde se indaga en los componentes fundamentales del cine a partir de su historia, lo que tal vez pueda brindar pistas para dar un primer cauce a esas preguntas.

 

El cine expuesto

En el Espacio de Arte de la Fundación OSDE, entre el 24 de octubre de 2013 y el 11 de enero de 2014, se exponen, bajo el título Cine de exposición , ocho instalaciones fílmicas de Andrés Denegri. Como lo explica en el catálogo su curador Jorge La Ferla, la muestra se inscribe en una larga historia en la que el fenómeno del cine excede los típicos espacios de exposición de la sala, en busca de espacios alternativos de circulación, “alejados de Hollywood pero también de las propuestas poéticas del cine de vanguardia y el cine experimental concentrados en una producción para el dispositivo de pantalla blanca y sala oscura” (2013: 10).

 

A pesar de los permanentes vínculos y rupturas que desde los primeros tiempos ha habido entre el cine y el arte, no es sino tardíamente, como destaca La Ferla, que el cine encuentra un lugar alternativo de circulación en los espacios expositivos del arte, aunque, en la mayoría de los casos, termina  

siendo marginal, sirviendo de soporte  para las obras que no han sido incluidas en la muestra en cuestión. Teniendo como antecedente lejano la instalación Sesenta metros cuadrados de alambre tejido y su información, de Oscar Bony (1967) y las recientes La Piel (2007) de Thierry Kuntzel y FILM (2011) de Tacita Dean, la muestra de Denegri se caracteriza, por el contrario, por hacer del cine el elemento central de la exposición, lo que permite que La Ferla se refiera a las instalaciones como “esculturas fílmicas” (Ibíd.: 23).

 

No son equiparables, sin embargo, a los Ready made de Marcel Duchamp: aquí no se coloca un objeto de la vida cotidiana en un espacio artístico, inhibiéndolo de su funcionalidad y denunciando la arbitrariedad del arte. Al contrario, aquí las máquinas, a pesar de su antigüedad, siguen proyectando, utilizando el espacio artístico para evidenciar el verdadero funcionamiento de este dispositivo cotidiano. Y para hacerlo, Denegri se dispone a dar vuelta el cine, lo que justifica la visibilidad que adquiere el proyector cinematográfico. A diferencia de las salas oscuras en donde éste se encuentra oculto, aquí aparece expuesto, adquiriendo sus diversas formas y tamaños, de este modo, un carácter artístico. La relevancia del lugar que ocupa el proyector, como elemento funcional, se revela de manera clara en Éramos esperados (Sísifo), donde, ubicado en un rincón de la sala, pretende manifestar la vergüenza de lo que muestra: el bombardeo a la Plaza de Mayo de junio de 1955.

Si se trata de mostrar el envés del cine, el rollo de la película no puede permanecer en la sombra. Por eso, atraviesa el espacio que separa el proyector de la pantalla, y, en Éramos esperados (plomo y palo), llega a convertirse, él mismo, en pantalla. No se esconde, de este modo, que, lo que se ve en la pantalla, es una sucesión de fotos, por lo que indistintamente se muestran filmaciones y fotos en las distintas proyecciones.

 

Del mismo modo que los elementos materiales, las imágenes que aparecen en la muestra también pretenden mostrar el lado inverso de lo que sucede en la sala oscura. No se trata de generar, entonces, a partir de las imágenes, significados narrativos, sino de evidenciar las contradicciones de la multiplicidad de los mensajes que se plasman en la pantalla. Y ello sucede en tres niveles distintos, sucesivamente entrecruzados.

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