¿Fin del cine o cambio de phylum? Hacia una teoría
de la imagen performativa*
Los muñecos no se mueven, pero tampoco hay imágenes fijas. Lo que se mueve es la cámara, mientras la música agudiza las tensiones que permiten que la atención se mantenga en el relato. Panh muestra, así, desde sus más felices escenas, previas a la deportación, en su casa, hasta los momentos de mayor incertidumbre y sufrimiento, vividos en los campos de reeducación, cuando fue obligado a enterrar cadáveres, o cuando, desfalleciendo de hambre, observó cómo el perro del jefe comía mejor que él.
como lo percibe en la actualidad, no retorna a su infancia, sino que es ella la que se hace presente en su documental. No obstante, al hacerlo, no se llena el vacío, no se completa la serie con la imagen faltante, sino que la imagen que el director propone es la que denuncia su propia falta. De allí que, al final, las imágenes se carguen de presente y muestren que, superado el régimen de los Jemeres Rojos, sigue habiendo injusticia, trabajo infantil, hambre.
Instalándose en el cruce entre la biografía y la historia, zambulléndose en la marea de recuerdos que hacen de la memoria el lugar de choque del pasado con el presente e indagando sobre el lugar que ocupan las imágenes y el cine, en el marco de los conflictos y las desigualdades sociales, L'image manquante de Panh se erige como una obra maestra, que no deja de interpelar al espectador, haciendo resonar una pregunta: ¿cuáles son las imágenes que nos faltan hoy?
La imagen que borra un recuerdo
En The man inside (2012), Karim Goury vuelve a abordar la misma temática que había estado en el centro de sus indagaciones en Made in Egypt (2006), su opera prima: ¿Quién fue su padre? Es que este joven director, de nacionalidad francesa y origen árabe, no conoció a su progenitor, quien antes de fallecer en el año 1989, tuvo otros seis hijos con tres mujeres distintas. El disparador de su primera película, realizada en 2006, había sido una foto en la que se evidenciaban las semejanzas físicas entre ambos, y el resultado había sido, como lo define el propio director, “un documental hecho en la forma clásica, con entrevistas, con un viaje, el movimiento” (2013).

Si al cumplir cincuenta años, Jorge Luís Borges sintió el acecho de la muerte, percibiendo lo que le faltaría de allí en adelante,1en la mitad de su vida, Panh se encontró con una deuda con el pasado. Pero, reconstruyendo su recuerdo tal
Si seis años después vuelve a indagar sobre el mismo tema, esta vez lo hace desde una perspectiva formal completamente diferente. En The man inside, Goury viaja solo, con su cámara, a Kuwait, última ciudad que acogió a su padre antes de su muerte, instalándose en la habitación del hotel en el que aquel trabajó como gerente del restaurante Failafa, sin salir de allí hasta el final de la película. Aunque en los créditos indica que en el marco de este viaje ha podido contactar a la última mujer de su padre y a sus medio hermanas, y que ha mantenido un diálogo con el gerente general del hotel, que recordaba a su antiguo empleado, no aparecen sin embargo esas, ni otras entrevistas, en ningún momento.
Que el documental trate sobre un hombre encerrado en la habitación de un hotel en Medio Oriente, no indica la unilateralidad en el tratamiento de los temas. Al contrario, lo que pone en evidencia es que, en realidad, Goury no se encuentra solo allí. En ese pequeño punto, delimitado por las tres paredes y la ventana, se condensan diversas dimensiones que son tratadas con la profundidad que cada una de ellas exige. Además de su cámara, el director lleva consigo unas cartas de puño y letra y un cassette grabado por su padre, que tienen como destinataria a una de sus hijas, también abandonada, pero con la que sí mantuvo un vínculo.
A lo largo del documental, puede oírse en off tanto la voz del padre como la de Goury leyendo las cartas. Él lee y escucha esa voz que, aún sin dirigirse a él, lo atraviesa con sus afirmaciones: habla como un padre lo hace con una hija, dándole consejos, comentando cómo es su situación o excusándose por alguna demora al contestar. Malo o bueno, entre ellos existe un vínculo, que se despliega aun en la distancia, y lo que ello pone más en evidencia es la inexistencia de vínculo entre Goury y su padre.

Pero la voz en off no sólo asume el discurso del padre. Goury habla también, en primera persona, de manera reflexiva. Comenta su situación, se plantea las preguntas que lo llevaron hasta allí, mientras deambula por la habitación semi-oscura.

