El filósofo francés de la Universidad de Aix-Marseille visitó la UNSAM para dictar el seminario “Las condiciones del arte: el estatuto del arte y del artista a la luz de las evoluciones”. En esta entrevista, habla sobre la crisis global y asegura que los casos de Argentina y Francia no son tan disímiles.
La estética pragmatista de Jean-Pierre Cometti ‒sin duda excepcional en el campo de la filosofía francesa‒ puede verse como un combate tenaz y sostenido contra lo que él mismo denomina “el mito de la autonomía artística”. A contrapelo de las tendencias predominantes en el campo de la filosofía analítica, su obra se halla más interesada en los funcionamientos contextuales y heterónomos del arte que en la búsqueda de su definición en términos de “propiedades esenciales” que no obedecen sino a una concepción particular de los fenómenos artísticos, fuertemente arraigada en el discurso y las instituciones culturales con “el carácter de una ilusión”.
Justamente por esta postura, Cometti fue invitado a la Universidad por el profesor Ricardo Ibarlucía, titular de Estética en la Escuela de Humanidades y el Instituto de Altos Estudios Sociales, para encabezar un seminario en el Doctorado de Filosofía, con el objetivo de replantear la cuestión del arte, de sus condiciones de autonomía y, más radicalmente, de su lugar en un contexto global que sacude día a día las fronteras en torno a las cuales se constituyeron los principales componentes de la sociedad y de la conciencia moderna.
- Durante su última visita a la UNSAM, usted dedicó un seminario al problema del estatuto del arte y del artista a la luz de los cambios culturales de las últimas décadas. ¿Por qué piensa que es necesario replantear estas cuestiones?
-Primero que nada, me parece que la mayoría del tiempo los filósofos no tuvieron lo suficientemente en cuenta los diversos factores y condiciones implícitas en el simple hecho de que exista algo que llamamos “arte” en nuestras sociedades, y que no siempre es igual. Debemos recordar que el arte es un producto social.
Segundo, creo que hoy en día no podemos de ninguna manera entender cualquier cosa como arte si no prestamos especial atención a los
cualidades intrínsecas que hagan que algo sea arte, y también porque en la actualidad tenemos que enfrentarnos cada vez más con el largo continuum que vincula recíprocamente el arte y la cultura. Un hecho como este se deriva de un cambio doble que ocurre tanto en el arte como en la cultura: grosso modo, el arte ha incorporado un montón de características, materiales y maneras de hacer que primero tienen lugar en nuestro contexto, en nuestras formas de vida, mientras que al mismo tiempo nuestros estilos de vida fueron abiertos a un tipo de objetos que cada vez menos se dedica a satisfacer nuestras necesidades. Es claro que tales objetos han existido desde siempre, pero en sociedades ricas y desarrolladas, su producción juega una función económica importante. No puedo entrar en detalles, pero podemos estar seguros de que esto está fuertemente relacionado con la economía del nuevo capitalismo, y que el arte se ve envuelto en esta evolución. Hay al menos dos tipos de hechos que son significativos: 1) el doble proceso de “artificación” y “culturalización” que desempeña un papel principal; 2) la extensión de las leyes del capitalismo a toda la cultura y de todo tipo de artefactos.
- ¿Se ha transformado la condición del artista y la relación con su público?
-Claro que sí. La condición del artista es complicada y ambigua. Por un lado, la población de artistas en las sociedades modernas no tiene
emismo estatus económico que un trabajador o un hombre de negocios. Por
el otro lado, los productos de arte son siempre parte de lo que es comprado
numerosos factores –yo los llamo “factores de arte”– que se entrelazan de varias maneras para que algo se convierta en candidato a recibir estatuto de arte; es decir, que sea ubicado en el campo especial de las cosas y las prácticas que consideramos arte como diferente de todo lo demás. Además, condidero que entender el arte sin estos factores está mal porque no hay
Auguste Rodin, La voz interior, 1896