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Según distintos autores, como Josefina Ludmer, esto no sólo afecta las prácticas de producción, circulación y recepción sino también contribuye a desdibujar los campos autónomos del arte, la economía, la cultura, la política. ¿Acuerda con esa idea?

Fue constitutiva de la modernidad la defensa de la autonomía de los campos artísticos, culturales, etc. Y en ocasiones todavía importa cuidar esa autonomía de la experimentación artística o mediática frente a poderes religiosos o políticos que quieren atacarla. Pero la dinámica de interacciones culturales produce un desdibujamiento de los campos, una cierta post-autonomía en que los productos culturales se entrelazan con aquello que no tiene una finalidad estética. (Como también existe una finalidad estética en muchos mensajes que no se exponen en galerías). Se trata de entornos tecnológicos que están buscando soluciones estéticas: experimentar con las formas, seducir de otras maneras.

 

En la conferencia que siguió a la suya, el investigador indio Arjun Appadurai dijo que el consumidor tiene ahora nuevas posibilidades de hacer una apropiación distinta de las formaciones culturales globalizadas. Esta mirada es relativamente alentadora. Sin embargo, usted señaló que eso se da en un marco de gran concentración de las industrias culturales. ¿Cómo analiza la combinación de ambas situaciones, que implican, pese a todo, una enorme desigualdad en las posibilidades de “prosumir”? 
Hay que tomar en serio la concentración que se ha dado en la producción cultural. Concentración de grandes grupos editoriales, de la producción musical, donde cuatro grupos siguen abarcando el 90% del mercado, de la programación televisiva y así en cada espacio comunicacional.

Sin embargo, creo que esa tendencia prevaleció en las dos últimas décadas del siglo XX. En la primera década del XXI encontramos, por un lado, el surgimiento  de  redes  sociales  y  el  avance  generalizado  de Internet, que

facilita comunicaciones más horizontales, descargas libres, un abaratamiento del acceso a los bienes culturales. Frente a esta expansión“horizontalizada”, 

los grandes grupos comienzan a ver caídas en las ventas. Algunos, como EMI en música, negocian con productoras independientes. Ya no es sólo la compra voraz de catálogos de países periféricos por parte de grandes transnacionales, sino también la emergencia de muchas editoriales, productoras independientes, que reconfiguran el mercado. Son fenómenos minoritarios, pero algunas magnas empresas que controlaban el negocio todavía no saben qué hacer frente al desafío digital y frente a las nuevas maneras de asociarse, comunicarse y trasmitirse contenidos de los usuarios ordinarios.

 

¿En qué zonas de la cultura estas transformaciones son más visibles?
En una investigación que estamos haciendo en México, notamos que donde más está cambiando el paisaje es en la escena musical. Las nuevas generaciones casi no están interesadas en editar discos físicamente: prefieren la descarga en red. Pero en el ámbito editorial, aún en los sellos con más iniciativa, el e-book y los nuevos formatos de la escritura generan poco interés. Al mismo tiempo, las empresas editoriales nos están haciendo firmar dos contratos: el que autoriza la edición en papel y uno paralelo, sobre lo digital, aunque no sepan todavía a quién se lo van a vender. Google está detrás de todo esto buscando leoninamente apropiarse de millones y millones de libros. Pero no está claro cómo se va a recomponer el panorama. Google es un monopolio aún más poderoso de lo que eran hasta ahora las cadenas televisivas o las cuatro empresas musicales. Está creciendo con un ritmo de apropiación de recursos que nunca habíamos conocido. Por ahora aparece como una actividad generosa, de apertura de contenidos, pero cuando multiplique su propiedad es previsible que Google quiera subir el costo restringiendo el acceso a los bienes culturales. Hay ya algunas iniciativas, por ejemplo de universidades, que están haciendo redes de escaneo de sus bibliotecas, que son las más grandes del mundo, para ponerlas al servicio de los investigadores y estudiantes bajo reglas más democráticas.

 

 

* Néstor García Canclini: "Google es más poderoso que las cadenas de tv o las discográficas"

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