* Por Rubén Romero Sanchez

En 7 cajas nada sobra. Es un thriller, pero se mueve sin problema en la comedia, en la acción, en el drama social. Un carretillero adolescente se hace cargo de siete cajas que tiene que pasear por un mercado hasta una hora determinada. La excusa argumental es mínima, pero entonces aparecen unos secundarios dibujados con el trazo fino de los buenos guionistas, unas escenas de persecuciones que habrían filmado Hitchcock y el mejor Frankenheimer, una dosificación milimetrada de los giros del guion, y sobre todo la apabullante presencia del mercado, personaje principal, ente que todo lo mueve, montaña lovecraftiana de la locura por donde una cámara de movimiento diabólico disecciona las razones que todos los personajes tienen para luchar por sobrevivir a costa de lo que sea. Y entre tanto rodar, en todos los sentidos de la palabra, los directores tienen tiempo de dejar su firma de autores en planos como el de la cámara que persigue en la carrera a un ladrón y su víctima desde debajo de las mesas, una gozada.